El comportamiento de los científicos

Aceptemos que las verdades existen, pero sólo si reconocemos que son subjetivas. Las verdades objetivas son a la vez una especie de quimera, una tiranía y una ficción inventada.
Aceptemos el conocimiento científico como cierto pero sólo si reconocemos que es antes que nada conducta verbal de científicxs, que interactúan con el mundo y diseñan experimentos que ayudan a establecer relaciones, a describir contingencias y a predecir otras nuevas.

El método científico marca unas reglas que delimitan las fronteras del juego, estas reglas no son mandamientos de una religión, sino una potente herramienta que puede ser utilizada con más o menos pericia, entusiasmo o creatividad. El trabajo de lxs científicxs es tremendamente creativo, las reglas del método científico configuran un escenario que se presta a ser abordado de infinitas maneras. Más allá del impacto de una nueva certeza es esa herramienta la que carga de razón cada nuevo descubrimiento. Lxs científicos tienen la razón porque tienen un método, no porque tengan la verdad. Y esta verdad permanecerá como tal hasta que, utilizando el mismo método, sea sustituida por otra nueva.

A lo que íbamos, como se acaba de afirmar, el método científico marca una reglas ineludibles y necesarias, sin embargo la conducta de lxs científicxs en el estudio concreto de un hecho no debe estar gobernada por reglas sino moldeada directamente por las contingencias –más por el yo que actúa que por el yo que recuerda-, lo que significa que han de estar abiertxs a abrazar la infidelidad a si mismxs, a las propias creencias, a los intereses de sus pagadores, a sus hipótesis de partida, a sus descubrimientos previos.

Como quiera que los hallazgos y los conocimientos no pueden desligarse del contexto histórico y cultural en el que aparecen ni del comportamiento del que los elabora, es un error ubicar los resultados de la ciencia fuera de la interacción de los científicos con en el que mundo en el que trabajan y los hechos que estudian.

Y sobre esto Dan Ariely cuenta su historia de manera directa y sincera: ‘Lo más dificil, por supuesto, es reconocer que nosotros también a veces, estamos cegados por nuestros propios incentivos. Y esa es una lección mucho, mucho más dificil a tener en cuenta. Porque no vemos como el conflicto de intereses nos afecta. Cuándo estaba haciendo estos experimentos, en mi cabeza, yo estaba ayudando a la ciencia. Estaba eliminando los datos para llegar a un patrón verdadero. No estaba haciendo nada malo. En mi mente, yo era un caballero tratando de ayudar en el progreso de la ciencia. Pero este no era el caso.Yo estaba interfiriendo en el proceso con las mejores intenciones. Y creo que el desafío real es darnos cuenta cuáles son los casos en nuestras vidas donde el conflicto de intereses nos afecta, y no confiar en nuestra propia intuición para sobreponernos, sino tratar de hacer algo para prevenir que seamos victimas de estas conductas, porque podemos crear circunstancias no deseadas’.

Los conflictos de intereses (económicos, incentivos, temores, prestigio, reconocimiento,…) nos pueden llevar a ignorar unos datos, a sobrevalorar otros, a mirar a otro lado y de esta manera a inventar realidades -especialmente realidades sociales– sesgadas que terminan funcionando como una guía para la acción futura, haciendo así probable que estas realidades se conviertan en profecías autocumplidas. Por tanto en ocasiones se debiera tener cuidado con lo que nos cuentan que cuenta la ciencia para entender la realidad.

Al igual que Newton no estaba por encima de los efectos de la gravedad que el mismo definió, y seguía pegado a la tierra por la misma fuerza que hizo caer su manzana, ningún aprendiz, ningún científico o profesional es ajeno a su entorno y a las consecuencias de su propia mirada, de sus propuestas, sus pasiones, sus trabajos o sus descubrimientos.

Ser conscientes de nuestra imposible neutralidad, reconocer que nuestras decisiones (tanto si somos alumnos como docentes, jefes o subordinados, psicólogos o clientes, aprendices o expertos,…) también están sujetas a los mismos principios que influyen en el comportamiento y decisiones del resto de los mortales para los que trabajamos, saber distinguir entre las causas de nuestras elecciones y las razones que sobre ellas nos damos (para dormir tranquilos, para encontrar(nos) un sentido o para escapar de nosotros mismos y nuestra respons-abilidad) parecen ser parte de la cadena de honestidad necesaria para crear esas verdades-subjetivas útiles y comprometidas, responsables e innovadoras.

¿Machista o feminista?

“Ni una cosa ni la otra” me dirás. Siento contradecirte pero esto no puede ser. Y es que si buscamos los dos términos en el Diccionario de la Real Academia leemos que machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. El feminismo, por su parte, exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.
Como vemos el primero implica privilegios y el segundo no. La sociedad en que vivimos es machista, ello hace que todas las personas, en mayor o menor medida, lo seamos. Ser feminista consiste en darse cuenta de esa injusticia y tratar, cada cual con sus posibilidades, de eliminarla. En la medida en que dejamos de ser machistas somos feministas. Hay que tomar partido y estás en un lado o en el otro.
El feminismo es bueno porque es justo. Otra cosa es que te interese. Cuestiona el orden establecido pero quien tiene privilegios quiere conservarlos. A los hombres les cuesta cederlos y a nosotras también. El hombre tendrá que prescindir de situaciones ventajosas en mayor medida que la mujer, pero ambos cederán.
El machismo se asienta en la violencia contra la mujer, permite mutilar genitales de niñas invocando una tradición cultural. Le gusta que la mujer siga en el ámbito doméstico. Justifica que las mujeres ganen menos por el mismo trabajo. Que el poder esté en manos masculinas. Sólo aporta sufrimiento. Y ve natural que todo esto sea así.
Gracias al feminismo las mujeres conseguimos votar, estudiar, trabajar, decidir. El feminismo puso en la agenda política mundial el problema de la violencia de género. Y acabará con ella. Nos hace rebeldes. Podemos contemplar la maternidad como opción no como obligación. Igual que el matrimonio. No hay ruta predeterminada. Nos libera de un destino de subordinación y discriminación. En definitiva, el feminismo nos ofrece a las mujeres la posibilidad de ser personas.
A los hombres también. Les dice, por ejemplo, que no recae sobre ellos la responsabilidad de sustentar una familia. Porque ser hombre o ser mujer según los cánones establecidos es muy cansado.
Gracias al feminismo, podemos ser cómo queramos. El feminismo es una manera de estar en el mundo. ¡Vamos!

Amores imperfectos II

En el avión de vuelta un señor me habla de lo enano que se ha hecho el mundo, de lo perverso que es el capitalismo, del número de planetas que consumimos actualmente, de lo ridícula que se ha hecho la gente, mientras elegimos en la carta de vinos de la clase Business Plus que me toca de rebote y mientras probablemente hacemos uso de todo eso que criticamos. Espero el momento para preguntarle y qué hacemos los ricos.

Lo cierto es que tengo la sensación acumulada y discutida de que las diferencias lo son menos que antes; y que el mero concepto de lo ‘diferente’ se ha devaluado. Lo diferente ahora es algo de los matices y mi viaje tiene poco de aventura, las personas y los lugares nos parecemos cada vez más.

La libertad, que busca y crea causalidades, nos lleva a conectar lo que antes estaba disociado, pero conectar cosas e ideas y personas es uno y el mismo fenómeno con el cambio climático, son autopistas sobre la selva tropical de la cual sólo veo árboles ralos rodeados de un homongeneo manto de cultivo e infraestructura camino de Rio de Janeiro.
Asociando lo que antes estaba separado (las lenguas, los gustos, los ideales, los alimentos, las políticas, los sabores, etc) inevitablemente barremos los márgenes de un sistéma ecológico donde existían lugares sin traducción, rincones donde la humanidad hablaba otro idioma y respiraba otro aire.

La lectura de este mismo mensaje traza en sus destinatarios y emisor esa infraestructura del espacio común dominante. Los minutos que cada día compartimos en ese espacio común (mensajes, marcas, canciones, pensamientos, frases hechas) reducimos un poco más la diversidad. La cultura es cada vez más una curiosidad y el turismo entrará pronto en crisis, cada vez es más difícil hacer regalos de viaje, adonde ir cuando no haya nada exótico?, la búsqueda moderna de lo exótico puede haber sido una forma para incorporar lo diferente en lo igual, dentro de doscientos años me pregunto a qué distancia estará el español del inglés.

Si acaso, la homogeneidad se dividirá entre quienes median con las cosas (un concierto real de música) y quienes median con las maquinas que median con cosas (quienes van al médico por youtube). La misma mecánica de los rendimientos marginales (creo que se llama) que aplicamos a los bienes reclama su eficiencia en otras esferas de la vida: si un tipo de mensaje, si un ideal puede alcanzarnos a todos porqué tener varios.

El asunto es cuánto podremos subvencionar la diversidad, los tomates con piel gorda, los osos polares, las lenguas muertas, los bailes regionales, el hielo, la música que de verdad es alternativa, el amor atípico, la vida privada.

El vocabulario de lo real ya es menor y las diferencias nacerán como burbujas dentro de la homogeneidad; discutiremos sobre las diferencias entre este y ese capuchino, lo invisible estará en otras cosas y por un tiempo seremos más parecidos, aunque no debemos sentir nostalgia por las palabras perdidas sino reafirmar la dentellada que un lobo debe dar a una oveja: no podemos querer ser diferentes pero entendernos entre todos.