¿Machista o feminista?

“Ni una cosa ni la otra” me dirás. Siento contradecirte pero esto no puede ser. Y es que si buscamos los dos términos en el Diccionario de la Real Academia leemos que machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. El feminismo, por su parte, exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.
Como vemos el primero implica privilegios y el segundo no. La sociedad en que vivimos es machista, ello hace que todas las personas, en mayor o menor medida, lo seamos. Ser feminista consiste en darse cuenta de esa injusticia y tratar, cada cual con sus posibilidades, de eliminarla. En la medida en que dejamos de ser machistas somos feministas. Hay que tomar partido y estás en un lado o en el otro.
El feminismo es bueno porque es justo. Otra cosa es que te interese. Cuestiona el orden establecido pero quien tiene privilegios quiere conservarlos. A los hombres les cuesta cederlos y a nosotras también. El hombre tendrá que prescindir de situaciones ventajosas en mayor medida que la mujer, pero ambos cederán.
El machismo se asienta en la violencia contra la mujer, permite mutilar genitales de niñas invocando una tradición cultural. Le gusta que la mujer siga en el ámbito doméstico. Justifica que las mujeres ganen menos por el mismo trabajo. Que el poder esté en manos masculinas. Sólo aporta sufrimiento. Y ve natural que todo esto sea así.
Gracias al feminismo las mujeres conseguimos votar, estudiar, trabajar, decidir. El feminismo puso en la agenda política mundial el problema de la violencia de género. Y acabará con ella. Nos hace rebeldes. Podemos contemplar la maternidad como opción no como obligación. Igual que el matrimonio. No hay ruta predeterminada. Nos libera de un destino de subordinación y discriminación. En definitiva, el feminismo nos ofrece a las mujeres la posibilidad de ser personas.
A los hombres también. Les dice, por ejemplo, que no recae sobre ellos la responsabilidad de sustentar una familia. Porque ser hombre o ser mujer según los cánones establecidos es muy cansado.
Gracias al feminismo, podemos ser cómo queramos. El feminismo es una manera de estar en el mundo. ¡Vamos!

Ecofeminismo

Le comentaba a una amiga que como estamos en abril “me toca” hablar de ecofeminismo. ¿Eco qué?, me dijo. Pensé entonces que si una persona con buena formación y gran lectora no había oído el término era muy probable que a la mayoría le ocurra igual. De hecho mi ordenador tampoco conoce el término. El ecofeminismo busca las sinergias de dos movimientos: el ecologismo y el feminismo. La primera sugiere “verde”, la segunda “mujer”. Estamos en el buen camino. El ecofeminismo hace propuestas para que las opciones a las crisis actuales sean sostenibles. Si convives de una manera armoniosa con aquello que te rodea y tienes una conciencia ciudadana sólida, ¡enhorabuena! Tienes muchas probabilidades de ser ecofeminista. Eres feminista y también ecologista.

Como señala Yayo Herrero “la subordinación de las mujeres a los hombres y la explotación de la naturaleza responden a una lógica común: la de la dominación y desvalorización de la vida, tanto humana como material”. El hombre ha sometido a la naturaleza. También a la mujer. El ecofeminismo es una respuesta de hombres y mujeres a esta injusticia.

Los medios de comunicación banalizan la información del tiempo, y el cambio climático es un problema de tal magnitud que puede peligrar hasta la vida de los seres humanos en este planeta. Si nos importa nuestro bienestar, el bienestar de las personas ¿no tendríamos que reservar un lugar privilegiado para aquellos trabajos relacionados con el cuidado? ¿No deberíamos organizarnos para que la vida, no los mercados, fuera el centro?

El ecofeminismo quiere una economía al servicio de las personas, y se lleva bien con el medio ambiente, con respetar los ecosistemas, con el color verde, con palabras como reciclaje, sostenible, democracia, corresponsabilidad, paz. Hace buen maridaje con dar valor a todos los trabajos, a los productivos y, a los reproductivos; le gusta la economía social, las cooperativas; también las residencias de mayores autogestionadas, mira con buenos ojos a los bancos de tiempo, los medios de comunicación alternativos. Cree que es una buena idea lo de un salario máximo y que es necesario un consumo responsable de la energía.

Al ecofeminismo no le gusta el centralismo, la jerarquía, la caza, la muerte. Tampoco la división sexual del trabajo. Ni el consumismo, la ostentación o los paraísos fiscales. También recela de la exaltación patriótica.

El ecofeminismo será fundamental en este siglo XXI. Es una manera de estar en este planeta, de cuidarlo, es mirar la vida a través de unos ojos verdes de mujer. Yo creo que así se ve más bonita ¿y tú?

Color azul autismo

Cuando allá por el mes de septiembre de 2012, Tomás Boyano nos pidió a Manuel Calvillo y a mi hacernos una foto para formar parte de un puñado de personas que apoyaran la causa de la concienciación sobre el autismo, obviamente, no le dijimos que no.
Quizá por mi condición de psicólogo, acostumbrado a tratar con personas que, de una u otra manera, viven circunstancias en su vida que requieren que alguien les ayude a afrontarlas; o quizás porque, como ser humano, es inevitable ser sensible a diversas situaciones personales, familiares, emocionales que puedan ocasionar malestar, incomodidad o sufrimiento a otras personas, decir que no a tan pequeño gesto hubiera sido egoísta, insensible, e incluso me atrevería a decir inhumano.
Ciertamente, como psicólogo yo sabía qué es el autismo o los trastornos del espectro autista (TEA) como ahora se denominan para intentar reflejar la amplia variedad en la que este trastorno se manifiesta. Pero saber qué es una cosa no significa conocer la realidad que envuelve a esa cosa, ni ser consciente del verdadero alcance e impacto que este trastorno ocasiona en las personas que lo padecen y en sus familias.
El día 2 de abril se celebró, como cada año desde el 2008, el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo y entonces pude ver mi foto en un gran panel rodeado de otras fotos de gente de nuestra provincia de Jaén que como yo, habíamos prestado nuestra imagen a la Asociación Provincial de Autismo y/o TDG “Juan Martos Pérez” para contribuir a esa labor de concienciación acerca del autismo.
En las redes sociales pude leer enlaces a artículos y noticias que se hacían eco de la celebración de este día, a muchos de ellos les di a “me gusta” e incluso algunos de ellos los compartí en mis cuentas de Facebook y de Twitter, ¡quién, con un poco de sensibilidad, no lo hubiera hecho!, pero a pesar de ello, creo que seguía sin ser consciente del verdadero alcance e impacto que este trastorno ocasiona en las personas que lo padecen y en sus familias.
El sábado 6 de abril, fue el día escogido por la Asociación para reunirnos en su sede de Jaén a todas las personas que dimos la cara para la foto y, junto a familiares, voluntarios, profesionales, técnicos y políticos, celebrar el último acto en torno al día 2 de abril que habían preparado para este año.
Allí, la presidenta de la Asociación, Lola Hervás, nos guió, como maestra de ceremonias por toda una serie de experiencias íntimas y emocionantes que finalmente me sirvieron a mí, y creo que a muchas de las personas que allí se encontraban, para tomar verdadera consciencia del alcance e impacto que este trastorno ocasiona en las personas que lo padecen y en sus familias.
Fue un acto sencillo y emocionante del que destaco dos momentos clave: la lectura de Lola Hervás de la carta de Marta, la mamá de Helena, a todos los padres y madres de un hijo sin autismo y la proyección de un vídeo en el que se mezclan tres grandes historias: el corto “Academia de Especialistas” producido por la Fundación Orange, la historia de “El cazo de Lorenzo” de Isabelle Carrier y un resumen visual de momentos de algunas de las actividades organizadas por la Asociación. Entre esas grandes historias aparecemos identificados quienes prestamos nuestra imagen para visibilizar el autismo en esta campaña organizada por la Asociación.
Cuando cogí el coche para volver a casa, iba pensando en todo lo vivido en ese par de horas que duró el acto y me dí cuenta de todo lo que aprendí en tan poco tiempo junto a esta gente.
Si el 2 de abril es el Día Mundial de la Concienciación del Autismo, puedo decir que gracias a Tomás Boyano, a Lola Hervás y a la Asociación Provincial de Autismo y/o TDG “Juan Martos Pérez”, el día 6 ha sido el día de mi bAutismo.
Supongo que nunca sabré qué se siente al ser padre de un niño o niña con autismo, pero las experiencias que he sentido estos días, me han hecho tomar consciencia y acercarme como nunca antes a esta realidad.
Para terminar, quiero mirar de nuevo a los padres y madres de niños y niñas con autismo para admirarlos cada día en su tarea de convertirse en auténticos arquitectos de contextos para sus hijos/as diseñando escenarios y facilitándoles recursos para que puedan aprender lo que a otros niños les cuesta mucho menos; para admirarlos cada día en su tarea de convertirse en auténticos ingenieros de experiencias, convirtiendo sus familias en lugares donde sucedan las cosas que tienen que suceder para que no sucedan las cosas que no han de suceder.
Pensar en ellos y tenerlos en mi cabeza, estoy seguro que me ayudará a ser mejor padre.

Querido papá

Hoy, día del padre, me gustaría hablar de los permisos que, quienes trabajamos, tenemos cuando nace una criatura y que reflexionáramos sobre lo injusto de que sean inferiores para el padre, o lo absurdo, si pensamos en que hay distintos tipos de parejas y que, además de nacimiento, estamos hablando de adopción. Por tanto, más que de hombre y mujer quiero que me permitáis hablar de dos personas cuidadoras.

Actualmente, el permiso principal sigue siendo el de maternidad, de dieciséis semanas de duración. De ellas, seis son de uso exclusivo de la madre y de las diez restantes ella puede optar porque el otro progenitor disfrute de una parte determinada. Pese a esa flexibilidad es la mujer la que en un noventa y cuatro por ciento de los casos hace uso completo del mismo. Preguntémonos las causas.

Por otro lado, en toda la Ley de Igualdad la medida más innovadora fue el permiso de paternidad, un derecho individual y exclusivo del padre. Y ello es así, porque por primera vez en nuestra legislación una medida para conseguir la igualdad no iba dirigida a las mujeres. Con este permiso se intenta transformar el día a día de una familia, porque se pretende incentivar la implicación de los hombres en las responsabilidades familiares. Como no se puede transferir y si no se usa, se pierde, la mayoría de hombres disfruta de él, no como en el de maternidad.

Resumiendo, una trabajadora al ser madre tiene dieciséis semanas de permiso y un trabajador al ser padre sólo dos. Derechos diferentes. Mal mensaje ¿no? Ello significa que desde el poder se nos está diciendo que las mujeres han de ocupar el espacio doméstico y los hombres el público. También, que ser padre es menos que ser madre. Que ella es la actriz principal y él tiene un papel secundario. Como ello no es ni debe ser así, la plataforma PPIINA (Plataforma por Permisos Iguales e Intrasferibles por Nacimiento y Adopción) reivindica permisos parentales iguales e intransferibles de nacimiento y adopción.

Cuando los permisos sean iguales las tareas de cuidado serán compartidas, y eso nos beneficiará al conjunto de la sociedad. Las hijas e hijos serán quienes primero se alegren. Muchos padres tendrán tiempo para cuidar y disfrutar de su bebé; las mujeres, madres o no, no llevarán en la frente el sello que diga “menos disponible para el mercado laboral” y puede que, hasta el gobierno no sólo la vea justa, sino además conveniente, cuando la tasa de natalidad invierta su tendencia negativa.

En este día del padre, quienes tuvimos suerte en ese reparto sabemos que además de parir, hay muchos más verbos: querer, cuidar, alimentar, besar, reír, llorar, soñar, dormir, enseñar, regañar, amar, jugar, bailar,…y es que, por encima de las etiquetas que se empeñan en ponernos ¿hay algo más parecido a una madre que un padre?

Libre te quiero

Quizá porque no soy madre sí me sorprende mucho ver cómo hay mayores que se desconciertan al ver actitudes machistas en parejas de adolescentes y jóvenes. Creo, que cegadas por el amor que sienten a sus hijas e hijos estas personas piensan que las nuevas generaciones vienen mejor “de serie”.Y claro, eso no es así. El ser humano es el mismo ahora y hace mil años.

Y nosotras leímos a Blancanieves y a Cenicienta y ellas, las jóvenes de hoy también. Así, por ejemplo, el estudio “La socialización desde Disney. La figura de la mujer en los clásicos” evidenciael efecto socializador que estas películas tienen y cómo influyen en que niñasy niños asuman sus roles sociales. Los cuentos les enseñarán cual “debe ser” su papel en la vida y así, van viendo natural algo que quizá no lo es.

En esos cuentos las mujeres son princesas,bellas, sumisas, pasivas, miedosas dependientes, irracionales, débiles,inferiores… Los hombres son príncipes, de escala social superior, cultivancuerpo y mente y utilizan la violencia para conseguir que el bien triunfe. Ellaanhela un hombre en el que encontrar el amor, su media naranja, que le apartaráde esa vida desgraciada que, sin él, le habría tocado vivir. Ella esperará atener la suerte de ser la elegida porque el papel activo lo tendrá él.

Por eso, puede que entre otros, Disney tenga la culpa de que las chicas sigan soñando con un príncipe azul y que lasmujeres sigan mitificando la figura masculina, buscando en ella cariño yprotección. Mientras, los chicos aprenden que tienen que ser fuertes,protectores, valientes y, también, violentos. Y ambos que, por supuesto, elobjetivo de la existencia, es tener pareja. En otro caso, por algo será.

El otro día, por San Valentín,leí un excelente artículo en que nos señalaba cómo todos los cuentos acababan en aquello de “fueron felices y comieron perdices” pero no explican qué ocurría después, si la pareja compartía las tareas domésticas, si se respetaban, si cuandoya no había belleza/juventud se seguían atrayendo,… y es que es muy probable que si basamos nuestra existencia en este amor romántico, desigual, la cosa no acabe bien.

Es por eso que estaría bien enseñar a nuestros jóvenes a que el amor no puede estar basado en la necesidad ni en el miedo a la soledad. Que ha de ser generoso, entre iguales, no posesivo. Porque quien te quiere no necesitar controlar todo lo que haces, ni te chantajea ni te amenaza. Que no es amor si te prohíbe. Que más celos no es más amor. Que si no hay alegría y felicidad en una relación, la ruptura evita males mayores. Endefinitiva, que el amor debe ser parecido al poema de Agustín García Calvo, Libre te quiero.