De la psicología clínica a la consultoría

Tras doce años trabajando full time como psicólogo clínico es difícil aterrizar en la formación y la consultoría dejando a un lado experiencias, aprendizajes y perspectivas de ese tiempo. En ideas poderosas sabemos que este recorrido es una de las cosas que nos hace darle un matiz diferente a nuestra manera de diseñar nuestras acciones, de trabajar y de relacionarnos con nuestros clientes.
Conforme vamos completando proyectos nos vamos haciendo más conscientes de estas conexiones entre la clínica y la consultoría y la formación, conexiones que están más en los métodos y los conceptos que en los contenidos y los objetivos del ejercicio de la psicoterapia con nuestro trabajo actual. A lo largo de este tiempo hemos ido recogiendo -y así seguimos- estas equivalencias, esas maneras de hacer enraizadas en nuestros personajes de psicólogos clínicos que suelen aparecer de manera espontánea en nuestro trabajo actual, e intentamos sistematizarlas e integrarlas en una manera de trabajar más estratégica e intencionada dentro de nuestro papel como consultores y docentes.

Llegados a este punto, y como manera de ayudarme a organizar estas ideas, me propongo reflexionar en voz alta en una serie de post sobre estas conexiones. Se trata de hablar sobre determinados conceptos y prácticas propias de la psicología clínica en general y de algunas terapias en particular y de hacer una lectura de las mismas aplicada al ejercicio de la docencia y la consultoría Como esencialmente será un ejercicio de reflexión personal creo que no seguirán los post una línea lógica ni organizada, se parecerá más bien a un cuaderno de viaje lleno de apuntes y dibujos rápidos, con muchas ideas a vuela pluma que pueden desaparecer y volver a aparecer en distintos momentos.

Tomando posiciones

Ejercer la psicología desde una perspectiva u otra implica posicionarse y elegir una manera determinada de entender y estudiar el comportamiento, la mente, la salud mental, la (a)normalidad,… Desde ese campo de referencia analizamos y tratamos con la realidad con la que tendremos que tratar como profesionales. Nunca me ha parecido serio o una virtud ni la indefinición ni el eclecticismo conceptual dentro de la práctica de la psicología a la hora de situarse en un marco teórico desde el que trabajar.

Personalmente, el escenario desde el que siempre he trabajado y estudiado nuevas formas de hacer las cosas tanto en educación como en psicoterapia ha sido el conductismo, más en concreto el interconductismo y el conductismo radical de, entre otros, JR Kantor y BF Skinner y toda la carga de estudios básicos y aplicados sobre el aprendizaje y el comportamiento humano que esta “escuela” atesora . Comentaremos por tanto desde mi punto de vista y experiencia las conexiones aplicadas entre la consultoría y este cuerpo teórico/práctico y todo lo que ha surgido a partir de él: los principios básicos del aprendizaje, la modificación de conducta, el análisis funcional de la conducta, la teoría de marcos relacionales, el análisis funcional de la conducta verbal, las relaciones de equivalencia, las psicoterapias basadas en la función del lenguaje o terapias de tercera generación -como son la terapia de aceptación y compromiso de Hayes o la psicoterapia analítico funcional de Kohlemberg y Tsai-, etc.
Poco a poco iremos pensando en voz alta para poner en orden ideas y anotaciones, y lo compartiremos desde este blog. No hay otra intención. Veremos en qué queda todo esto.

¿Adicción tecnológica?

Pensando en voz alta a partir de estas declaraciones (2min. 14 seg.) en la cadena ser con motivo del Día Internacional de la Salud Mental.

Distintos perros con el mismo collar
Aún reconociendo que la ansiedad, la depresión o la adicción tecnológica son experiencias dolorosas, con las que la vida se hace más difícil (o muy difícil) de vivir y pueden requerir apoyo profesional, no deja de ser discutible esta insistencia en situar la depresión o la ansiedad o el consumo desadaptativo de cualquier química, objeto o tecnología (en definitiva, experiencias todas) y en general las llamadas ‘enfermedades mentales’ como patologías, al mismo nivel que la diabetes, el párkinson o la malaria. A diferencia de la universalidad de éstas, el uso de la tecnología será definida como patológico o no dependiendo de múltiples factores temporales, biográficos y contextuales. De esta manera la misma experiencia de uso de un smartphone podría ser catalogada hoy como trastorno de adicción tecnológico para un adolescente de Ainsa o de Cádiz, pero tal vez no sería considerada como ‘enfermedad’ para el mismo adolescente si viviera en la misma ciudad en el año 2018, o en el 2014 de una ciudad como Tokio.

Este manera de entender los problemas de la vida y el comportamiento humano podría no sólo no tener la solidez empírica y conceptual que tiene la misma aproximación a las entidades patológicas naturales, sino que además presenta otras desventajas como pudiera ser el hecho de desviar la atención de otras condiciones, además de las biológicas, no menos importantes y de las que también depende el inicio y mantenimiento de estos ‘trastornos mentales’.

Flor nueva de romances viejos
Sorprendernos o incluso alarmarnos ante cambios tan bruscos y radicales de las formas cotidianas de estar y de ser en el mundo es una reacción frecuente y lógica. Después de toda una historia de generaciones comunicándonos y compartiendo cara a acara, aprendiendo en aulas dirigidas por expertos docentes o amándonos piel con piel, puede ser de sentido común, e incluso una reacción adaptativa, extrañarse y adelantar conclusiones sobre los peligros del vivir en digital.

No es difícil por tanto encontrar sólidos y variados argumentos desde la psicología, la filosofía, la antropología o desde la psiquiatría que nos alertan de lo extraño que es y los riesgos que para los individuos y la sociedad supone estar conectado a lo virtual la mayor parte del día y trabajar, reir, sufrir, aprender o amar a golpe de kilobites.

Situaciones similares se dieron siglos atrás cuando otras tecnologías facilitaron usos innovadores y cambios radicales en las maneras de vivir (pienso ahora en la imprenta, la televisión, o la locomotora). Pero el Darwinismo y la realidad son tozudos y al cabo de un tiempo obligaron a cambiar los marcos de referencia, las teorías y las viejas formas de entender(nos) en el mundo.


El presente invisible

No se trata de negar los riesgos de los usos patológicos o desadaptativos de las tecnologías (como la adicción a las redes sociales), por supuesto que son condiciones que causan sufrimiento y pueden requerir una atención especial y profesional. Sin embargo creo que debieramos ser más meticulosos en nuestra forma de hablar de ello para evitar así caer en el sobrediagnóstico y no patologizar en exceso la vida cotidiana de muchas personas. Para ello son importantes los mensajes que nos llegan desde expertos (psiquiatras, psicólogos,…) y el trabajo responsable de los medios de comunicación que le dan voz.

Creo que sería interesante escuchar con más frecuencia análisis de estas nuevas realidades no sólo desde el pasado y desde nuestra experiencia como producto de nuestra historia y nuestros valores, sino también mirando al futuro (o tal vez presente invisible para muchos de nosotros), para así poder relatar estos nuevos “problemas” desde realidades y valores que, aunque no se estudien aún en las facultades o sean ajenos a la vida de los expertos, no dejan de estar ya aquí.

Lo de ‘relaciones más autistas’ y ‘minusválidos sociales’, merecen un post aparte.

Ideas Poderosas, historias desde la Resistencia.

Granada queda ya lejos, pero no deja de sorprenderme aquél afán por dejar que fuera la vida la que fuese haciendo el camino y no al revés. No dejo de pensar si aquello era razón o estrategia o tal vez pura excusa para hacer todo y no decidir nada, o simplemente una manera de estar donde tocaba estar.

Así comenzamos a inventarnos como psicólogos clínicos, a construir(nos) como psicoterapeutas, a golpe de conversaciones entre el Ruido Rosa y el Amador, así comenzamos a imaginar sin saberlo la clínica que un tiempo después sería el lugar que parimos y donde pudimos aprender y (com)prender lo que varios años de universidad y muchos profesorxs nunca nos dijeron.

Y esa fue nuestra casa, la psicoterapia, durante más de 12 años, allí aprendimos que la felicidad no es un buen objetivo si se quiere ser féliz y descubrimos algunas de las vidas más valiosas, heroicas y sorprendentes que hemos conocido, historias dolorosamente felices y tristes, victorias increíbles y derrotas tan memorables como imprescindibles,… Hoy aún seguimos unidos por un cordón umbilical a la práctica de la psicología clínica en nuestros gabinetes, pero las continuas llamadas desde centros de profesorado, ayuntamientos, ONG, empresas privadas, sindicatos o fundaciones para colaborar con ellos como docentes -especialmente de las áreas de la salud, la docencia, comunicación y organización de equipos de trabajo- volvieron a marcar el camino y poco a poco nos fuimos (auto)exiliando de la clínica y dedicando cada vez más nuestro tiempo a la formación y el desarrollo personal de profesionales. Eran tiempos en los que a un taller lo sucedía otro, en el que los cursos se encadenaban mañana y tarde, mientras la burbuja de la formación continuaba su ritmo.

Los años corrían y a pesar del buen hacer de la mayoría de alumnxs y docentes, toda aquella maquinaria envenenada de la formación subvencionada terminó atrapada por su propia estrategia, por su maquinaria pesada, por estar más diseñada para las justificaciones económicas que para las personas y por su alma muchas veces seca de valores.

Y de esta manera todo se detuvo de repente, era la historia de una muerte anunciada. Con la Formación Profesional para el Empleo -tal y como se había entendido hasta el momento- en la UCI, sólo profesionales muy (re)conocidos o consultoras y compañías de recursos humanos de cierta relevancia tendrían cartas que jugar en la nueva partida.

¿Ahora qué?, nos preguntamos. Volver a la clínica full time y dejar a un lado la formación suponía abandonar una de nuestras pasiones profesionales y personales, y no queríamos renunciar al oficio de aprender y enseñar en unos momentos tan apasionantes como éstos por todos los retos que los avances tecnológicos, culturales y metodológicos implican.

Así que decidimos que era el momento de resistir. De resistir no como una postura política ni como un ejercicio pasivo de apretar los dientes y aguantar la tormenta. Era el momento de resistir como una estrategia organizada, una estrategia con un diseño humano más que contable, centrado en las personas y en su manera de conversar, de experimentar, de emocionarse, de aprender,… Resistir como una forma de rebeldía a todo lo que habíamos visto estos 17 años como docentes y que no nos había gustado, resistir como una manera de poner nuestros valores por delante, resistir a la maquinaria de las subvenciones entendidas como forma de vida, resistir como una manera de asumir riesgos y a la vez de hacer lo que sabemos hacer bien, resistir como una manera de cambiar el mundo, de disfrutar con nuestro trabajo, y de no dejar de experimentar y de aprender.

Por todo ello en Ideas Poderosas tenemos el alma de partisanos y decimos que nos gusta crear historias desde la Resistencia.

Como ocurría con la Resistencia, desde Ideas Poderosas también hacemos “guerra de guerrilas”, nuestra organización es ágil, flexible, aparecemos y desaparecemos sin grandes despliegues, no tenemos que movilizar grandes y pesados recursos, ni humanos ni materiales. Nos basta una videocámara, un smartphone y una conexión a datos para revolucionar el corazón, las cabezas y las manos de las personas con las que trabajamos.

Al igual que pasaba con la Resistencia nuestro modo de mirar la realidad es un poco inconformista a la vez que positiva, porque confiamos en que las cosas se pueden ver, hacer y contar de otras maneras.

Como ocurría con la Resistencia, en Ideas Poderosas contamos con ciertas dosis de clandestinidad y la complicidad del pueblo, el apoyo de la gente y de sus espacios para movernos, para actuar, para hacer que pasen cosas, para sobrevivir y para cambiar con ellos la realidad que no nos gusta.

Tal y como pasaba con la Resistencia, para Ideas Poderosas es imprescindible la colaboración de y con otras organizaciones y personas que conocemos y otras que vamos descubriendo, con las que compartimos valores y con las que disfrutamos y no dejamos de aprender.

Como ocurría con la Resistencia, en Ideas Poderosas los valores y la ideología son importantes. No todo vale. Para nosotros el compromiso con los territorios, con lo social, con la diversidad, con las personas, con las organizaciones grandes y pequeñas está en el centro de nuestra manera de trabajar, de entender y relatar el mundo.

De todo esto se alimenta nuestra alma de partisanos: de crear historias desde la resistencia y seguir disfrutando sin remedio.

 


Nota: ‘Los resistentes fueron hombres y mujeres de todas las edades, aunque a menudo jóvenes, incluso muy jóvenes. Los estudios apuntan que, a pesar de que la Resistencia contó con auténticos personajes románticos y bohemios, la gran mayoría de ellos estaban casados, tenían un oficio y una vida de familia. Entre éstos cabían universitarios, maestros, periodistas, ingenieros, eclesiásticos, militares, adolescentes de las clases medias y superiores, tanto como obreros, tenderos o artesanos. Sólo una minoría vivía a tiempo completo en una total clandestinidad.
Todas las capas sociales, todas las sensibilidades políticas, filosóficas y religiosas están representadas en el seno de la Resistencia’ [recuperado de la wikipedia]

Tratamiento del comportamiento perturbador de niños preescolares basado en su análisis funcional.

Calvillo M. y Fernández A. (2003). Tratamiento del comportamiento perturbador de niños preescolares basado en su análisis funcional. Psicología Conductual, Vol. 11, Nº 1.

 

Este estudio, en primer lugar, se llevó a cabo una evaluación funcional, mediante entrevistas y observaciones de la conducta perturbadora en el aula de cuatro preescolares. Con base en esos datos se plantearon hipótesis sobre la función de la conducta problemática. En una última fase se realizó un análisis funcional experimental breve para contrastar las hipótesis. Se diseñó entonces un tratamiento con base en los factores que controlaban las conductas problema. El tratamiento fue una adaptación de un procedimiento clásico de RDO que se aplicó funcionalmente. La aplicación del tratamiento produjo una reducción significativa de las conductas problema, que seguía manteniéndose durante el seguimiento. Los resultados indican que la estrategia de vincular un análisis funcional de carácter experimental a una evaluación funcional indirecta y observacional previa resulta útil en la escuela infantil para el diseño de tratamientos eficaces.

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