España se equivoca

Las españolas sabemos que somos unas privilegiadas si nos compararnos con otras ciudadanas del mundo. El informe La Brecha de Género Mundial, publicado el viernes por el Foro Económico Mundial nos dice que, en cierto modo, estamos equivocadas.

Este documento, que intenta subrayar las diferencias entre las mujeres y los hombres en todos los ámbitos de la vida, recoge datos de 136 países, casi el 95% de la población mundial, y los califica en función de su capacidad para cerrar la brecha de género en cuatro áreas clave: salud, educación, participación política e igualdad económica.

No se trataría de ver qué país es el primero, pongamos por caso, en Educación. En este ranking, ocupará el primer puesto aquel en que tus oportunidades como persona sean similares sin importar si eres alumna o alumno. Los países en los que se disfruta de una mayor igualdad son los países nórdicos. Islandia ocupa la primera posición en este informe, seguida de Finlandia, Noruega y Suecia. Estos países han logrado cerrar en un 80% la brecha de género. Repiten en los primeros puestos. Y todavía no hay ningún país en que se llegue al 100%.
En los últimos tres años en España la brecha de género ha cambiado su tendencia, hemos descendido diecinueve puestos. La crisis económica ha traído más desigualdad. Es tristísimo: aunque ocupamos los mejores puestos tanto en número de universitarias como en sus éxitos académicos hay barreras que impiden trasladar estos triunfos al mundo laboral. Vergonzosamente, España ocupa el puesto 116 de 136 en la brecha salarial entre hombres y mujeres con el mismo puesto de trabajo. Sólo 20 países en el mundo son más injustos a la hora de pagar a sus ciudadanas.

¿Cómo evitarlo? Quizá debamos mirar a esos países que, año tras año, ocupan los primeros lugares. Son países que tratan bien a las mujeres, que facilitan a trabajadoras y trabajadores hacer compatibles trabajo y vida personal, lo que se ha traducido en altas tasas de participación laboral femenina, escasas diferencias salariales entre sexos, mayor reparto en el cuidado de las personas a su cargo y una distribución más equitativa del trabajo doméstico.

Autoconocimiento, ¿el paraíso perdido?

“No hay objetivo más “fácil” que aquel que depende de uno mismo así que en este mundo de interdependencias el más asequible es la propia actitud.” Con esta frase comenzaba Isabel su nuevo post. Mi primer impulso tras leerlo fue asentir y estar de acuerdo con ella, me gustó la manera en que estaba escrito y quedé encantado y más dispuesto aún a seguir leyendo. Pasados unos días volvía a leer el post y los estupendos comentarios de Manel, Goio Borge y Ernesto y las respuestas que a éstos daba Isabel, entonces la lectura primera se fue llenando de matices…

Sin dejar de reconocer, como se deja ver en algunos comentarios, que la capacidad de contactar con uno mismo sea un elemento clave para el manejo del estrés o de otros problemas del catálogo o incluso para el buen hacer profesional de consultores, educadores, políticos,… también creo que, como los calcetines, podemos proteger nuestros pasos si les damos la vuelta y utilizamos el otro lado. Es decir muchos problemas relacionados con el estrés, el estado de ánimo, el sentir(se) atascado a nivel personal o en cualquier proyecto profesional puede venir por una falta de enfoque, por estar demasiado pegados a nosotros mismos, fusionados a nuestros pensamientos y emociones, por una jodida hiperreflexividad, por un exceso de autoconciencia.

En este sentido y en esos momentos de confusión, de estrés, frustración, de proyectos que no salen,… no siempre es conveniente aislarnos para contactar con uno mismo como solución. El paraíso perdido no habremos de encontrarlo justamente en nuestro interior y la solución a nuestros males no siempre pasa por mayores niveles de autorreflexión y autodescubrimiento.
La capacidad de tomarse el ser humano a sí mismo como un objeto y la buena fama y divulgación de la que gozan las explicaciones simplistas del comportamiento humano con las que tan frecuentemente se atreven periodistas, alquimistas, neurocharlatanes, la psicología positiva o punsetianos de pro, ayuda y alimenta esa quimera del yo como paraíso interior, como objeto en sí mismo aislado del ruido exterior, piedra de toque y barita mágica en la que se han de encontrar las soluciones.

No es nuevo por otra parte el enfoque que subyace a esta manera de ver y por tanto de vivir las cosas, se trata de la vieja dualidad dentro/fuera, que separa lo noble de lo mundano, el platónico mundo sensible / mundo de las ideas, el yo de la sociedad. Creo sin embargo que es más acertado un enfoque contextualista para observar(se) y desde el que trabajar con nuestras empresas, nuestros pacientes, nuestros proyectos o con nosotros mismos.
Desde este enfoque contextual el organismo, la conducta, la conciencia y la cultura están entrelazados en un campo de interacciones mutuas en el que quedan difuminados los límites claros del yo con el resto del mundo; lo que en cierta manera nos dejaría sin muchas de nuestras excusas ante nuestra manera de comportarnos, de ser o de sentir(nos) y nos devuelve el (insoportable a veces) poder de nuestra propia responsabilidad ante lo que somos, lo que hacemos y lo que sentimos. Y dejar así de confundir causas con razones y de tirar balones fuera.

Para poder trabajar desde este modelo tenemos que abrazar una necesaria (auto)infidelidad, tomar distancia de nosotros mismos para poder encontrarle sentido a las cosas (incluso a nuestras cosas), para poder leer(nos), analizar(nos), querer(nos) bien. El excesivo apego, la fusión excesiva con nuestros propios recuerdos, pensamientos, emociones, fe, principios,… en definitiva esa hiperreflexividad o exceso de autoconciencia no nos permite contemplar(nos) de manera que veamos con mayor claridad.
Sólo en este cuadro completo tendrá sentido nuestro retiro, lo que somos o lo que queremos. Si me permitís el símil, es como tratar de ver un cuadro puntillista, cuanto más cerca del lienzo te encuentres más perdido y confuso estarás, es imprescindible dar un paso atrás y tomar distancia primero si queremos después entender y admirar la obra que tenemos delante

Necesitamos el contexto, el contacto real con las contigencias directas, exponernos a la realidad, escuchar, pensar con las manos y con las emociones (aunque a veces éstas sean incómodas). Tenemos que hacer, trabajar mucho, una y otra vez y volver a intentarlo. Y de vez en cuando dar un paso atrás, pero no sólo para alejarnos de ese “paquete de contacto” que tenemos con el mundo, sino también de nosotros mismos.

Así es más fácil encontrarse, cuando después de haber(se) trabajado mucho uno se despista y se abandona de sí para ocuparse de lleno de lo imnediato y pasa del modo verbal al modo artesano, a ser más sensorial, más intuitivo, más manual. Así surgen los momentos eureka, el principio de Arquímedes, la penicilina, la ley de la gravedad, la pieza del puzzle que no encontrabas, la idea que te faltaba para solucionar un problema o para desatascar un proyecto al que llevabas semanas dando vueltas.

Y en eso estamos.

 


 

Notas:
1. Enpalabras no es un blog, es una partitura donde Isabel compone buena música. Yo disfruto de sus composiciones de dos maneras: me gusta oírlas sin atender mucho a su significado; el ritmo, las palabras elegidas y su manera de construir las frases hacen que tengan muchas de sus entradas una sonoridad cercana a la poesía. Ya después me gusta entrar de lleno a escuchar sus letras, a pensarlas, a conectar ideas, a disfrutar y darle vueltas a su contenido, que no pocas veces me ofrece otras perspectivas y muchas preguntas.

2. Las raices de la psicopatología moderna (Ed. Pirámide, 2012) es un libro interesante del profesor Marino Pérez Álvarez sobre los efectos que la hiperreflexividad o los excesos de autoconciencia tienen en los estados psicológicos personales. También se pueden encontrar interesantes comentarios sobre el tema en esta entrevista con su autor.

3. La imagen que encabeza este post es el cuadro ‘Un dimanche après-midi à l’Île de la Grande Jatte’, una obra del maestro del puntillismo Georges Pierre Seurat

¿Tú haces coaching? Pues yo hago training

Es curioso que desde diferentes profesiones, ocupaciones y actividades surja la figura del coach como el profesional que ayuda a una persona a mejorar su bienestar personal y profesional partiendo de los talentos, capacidades y aptitudes que el individuo ya posee y orientándolo hacia la consecución de sus objetivos y a la mejora de sus resultados.

Es curioso que tantos profesionales de diferentes disciplinas estén interesados en aprender a ser coach y se apunten al carro del coaching, sobre todo porque la palabra coaching precisamente tiene su origen etimológico en el nombre de un tipo de carruaje usado en la ciudad húngara de Kocs hacia el siglo XV. Del nombre de ese carruaje se origina la palabra coach en inglés o coche en español. Por eso, quizás, tanta gente se haya subido al carro.

Aunque, lo más probable, es que el coaching esté triunfando por la imperiosa necesidad de constante adaptación que las personas, en el ámbito de lo personal y/o profesional, requieren, y encuentran en esta disciplina una serie de herramientas para la motivación, la autodirección y la consecución de sus objetivos.

El coaching, según la International Coach Federation, es la relación profesional continuada que ayuda a obtener resultados extraordinarios en la vida, profesión, empresas o negocios de las personas. Aunque algunas veces, parece más fácil para saber qué es el coaching tener claro lo que no es: el coaching no es mentoring, no es consultoría, no es asesoría, no es terapia, no es formación, no es capacitación. Entonces, ¿qué es?, pues probablemente como dice Alfonso Alcántara el coaching es orientación con glamour.

La cada vez más necesaria actividad de motivar para el cambio en diferentes áreas: el ámbito laboral, el personal, la salud, el emprendimiento, etc. ha encontrado en el coaching una herramienta poderosa para ayudar a las personas a dirigir sus vidas. Pero probablemente también la crisis y la falta de recursos económicos para incentivar a los empleados haya creado un caldo de cultivo para encontrar en el coaching una estrategia más económica, duradera y comprometida para mantener la motivación del equipo en buen estado.

El coaching, queda claro, está mejorando la vida de muchas personas, y eso a pesar de que todo el que dice que hace coaching en realidad hace otras cosas y a pesar de que algunas personas que lo practican no son más que meros charlatanes.

Pues yo, que seguramente sin saberlo a lo largo de mi vida profesional he hecho y hago coaching más de una vez, reivindico la actividad de training.

Coaching y training comparten la misma traducción al español: entrenamiento y sin embargo cada palabra sugiere matices en la práctica de la acción que mencionan:

  • El coaching tiene puesto su punto de mira más en el futuro, en lo que eres capaz de lograr, en los objetivos a medio y largo plazo.
  • El training se centra más en el presente, en el aquí y en el ahora, en los objetivos a corto y medio plazo.
    El coaching es más sugerente, mucho menos directivo y más centrado en la persona.
  • El training es más evidente, algo más directivo y más centrado en la conducta concreta.
  • El coaching se centra en la motivación para aprender.
  • El training se centra en el aprendizaje para motivar.
  • El coaching se centra en el “para qué”, el training se centra en el “qué”.
  • El coaching aprovecha lo que la persona ya sabe o ya tiene, el training construye nuevas conductas, nuevas habilidades.
  • El coaching aprovecha las competencias que el individuo ya tiene para sacarles el máximo partido, el training instaura dichas competencias.

Reivindico la actividad de training porque ahora que todo es sacar el potencial que el individuo lleva dentro, a veces se olvida que el individuo necesita aprender cosas que poder potenciar. No estoy diciendo que esté en contra del coaching, ¡faltaría más!, pero sí que es verdad que el coaching no lo es todo en los procesos de mejora y desarrollo personal y profesional.

En la mayoría de los procesos de coaching, más tarde o más temprano se requerirá un proceso de training aunque también, muchos procesos de training estimulan y son el punto de partida de un proceso de coaching.

Requerimos aprender una serie de competencias que no se enseñan demasiado en los espacios educativos convencionales: hablar en público, dirección de equipos, resolución de conflictos, solución de problemas, habilidades asertivas, etc. un conjunto de habilidades blandas que como bien dice mi amigo Manuel Calvillo no deja de ser una trampa del lenguaje el que sean denominadas blandas.

Y no te olvides, no sólo de coaching viven las personas y las empresas.

 

La Merkel

Ayer le decía a mi pareja que iba a escribir de la Merkel.” Merkel” me corrigió. Y es que ese ”la” es parte de lo que nuestro subconsciente da de desigual trato a hombres o mujeres que ocupan el poder. ¿O acaso decimos el Rajoy?

Llama la atención cómo La Ser daba la noticia de la victoria electoral de la persona más poderosa de Europa. Mamá Merkel, decía, la celebró con un baile de jubilados. En este sentido, la filóloga románica Lledó insiste en la manía que tienen muchos medios de comunicación en remarcar que las mujeres son, sobre todo y siempre mujeres. Y para serlo, añado, qué mejor que ser madres.

El lenguaje es muchas cosas pero inocente no. Con él, sutilmente, se puede ofender, ridiculizar. Las palabras tienen un conjunto de matices con el que se van arropando por el uso que hacemos de ellas. Lo sabía muy bien Alfonso Guerra cuando habló de la señorita Jiménez para referirse a Trinidad Jiménez, una política de su partido que, en ese momento, tenía mucha más relevancia que él. En un instante, así, como sin querer, echó sobre ella toda la carga discriminatoria y casposa del término. O José Chamizo que para nombrar a la hoy Presidenta de la Junta de Andalucía y, entonces Consejera dijo “la chica que está ahora en Presidencia”. Él, que casi nació siendo Defensor del Pueblo Andaluz, la vio así, y es que sabemos por la filósofa Miyares que ellos, los políticos, son, se creen, insustituibles mientras que las políticas, las mujeres, somos intercambiables. Por eso, no sólo la ninguneó llamándola chica, también remató con el “ahora”. Ya sabemos que lo más parecido a un machista de derechas es uno de izquierdas.

Chica rozando los cuarenta y jubilada sin llegar a los sesenta. Y veinte años no es nada.

Esperanza Aguirre, Rosa Díez , Fátima Báñez o Susana Díaz. Hay muy pocas políticas que se hayan podido desprender de su nombre. Tal vez Sáenz de Santamaría o Fernández de la Vega. Los apellidos son más cosa de hombres. Hombres como Rubalcaba, Gallardón, Wert o Valderas.

Por eso, si eres política, no importa de qué ideología, recuerda que #juntaspodemos. Pactemos. Los derechos de las mujeres están en juego.

Sobre las verdades a medias del lenguaje

Nuestro lenguaje sobre el lenguaje está basado en un viejo mito, una metáfora que por un lado nos ayuda a entender(nos) y hablar(nos) sobre una falsa realidad objetiva, y que a la vez nos sitúa de una manera y no otra en el mundo, estructura la forma en que percibimos lo que quiera que sea esa realidad y el modo en que nos relacionamos con ella y con los demás.

Michael Reddy se refiere a esta forma de entender el lenguaje como “la metáfora del canal”. Esta metáfora plantea que las ideas, los mensajes (significados) son objetos, las expresiones lingüísticas serían una suerte de recipientes que contendrían estos objetos y la comunicación consisitría en el envío de un lado a otro, de una persona a otra de estos objetos debidamente “empaquetados”.

Esta es la caprichosa y cansina descripción de comunicación que desde pequeños nos han enseñado, que siempre hemos creído y que configura en cierto modo nuestra manera de entender las relaciones, los conflictos, la posesión de la verdad o incluso las relaciones de poder. Un modelo que ayuda a justificar ciertas concepciones y metodologías “industriales” de la comunicación, y el aprendizaje en el que el conocimiento no se descubre, no se construye ni se genera con el otro, sino que se posee como verdad cierta por parte de los docentes, los expertos o los políticos, y que éstos habrán de transportar, vender o regalar a su alumnado que aprende o a sus ignorantes ciudadanos.

“Emisor-mensaje-canal-receptor-….”, una aparente verdad irrefutable y universal un modelo fácil para explicar lo que implica la comunciación. Se podría decir que se trata de un patrón adecuado, incluso útil, para enfrentarnos de una manera racional con nuestras complicadas experiencias como seres verbales, como animales sociales. Se trata en definitiva, de una inteligente pirueta lingüística que nos ayuda a transformar algo tremendamente contextual, complejo y multicausado en algo más lineal, mecánico, manipulable y entendible.

Esta metáfora del canal supone que las palabras tienen significados en sí mismas como contenedoras de mensajes, de significados que son independientes de cualquier contexto o de cualquier hablante/oyente. En cierta manera esta metáfora es cierta y justa en muchas situaciones, aquellas en las que las diferencias de contexto y las diversas experiencias vitales de los oyentes y los hablantes son mínimas, no tienen importancia o no son relevantes.

Sin embargo el conocimiento, el significado nunca estará en las palabras, en la oración misma, y habrá por tanto ocasiones en las que tiene mucha importancia el contexto, quiénes están diciendo o escuchando esas frases y cuál es su visión del mundo, sus intenciones, sus intereses o sus actitudes sociales y políticas.

Sería importante no perder de vista que esta metáfora del canal, que tan bien hemos aprendido hasta el punto de impregnar nuestro ADN social con ella, nos proporciona una visión útil pero parcial de lo que es la comunicación y todo lo que ella implica, y que resaltando unos aspectos de la misma se ocultan otros que nos exigirían como padres, educadores, directores, periodistas, políticos,… más humildad y una mayor aceptación, reconocimiento y compromiso con los demás.
Por tanto, sin dejar de aceptar las ventajas y beneficios de esta concepción de la comunicación (y por tanto de las relaciones -de poder-, del aprendizaje, de la enseñanza, de la dirección de grupos,..), no deberíamos dejar de reconocer que ésta no es más que una metáfora, una manera de entender(nos) y de hablar(nos) sobre el lenguaje y por tanto sobre nosotros mismos.

Las implicaciones de esto para oradores , profesores, gestores, consultores, psicólogos, políticos… es tremenda. ¿Eres más canal o explorador, ponente o buscador, crees que tu papel es transmitir información o construir y compartir significados con tu audiencia, acabas tus exposiciones generando(te) más preguntas o más respuestas?

Por todo ello en Ideas Poderosas huimos de fórmulas mágicas o libros de recetas cuando planteamos nuestros cursos, por eso no nos queda más remedio que aceptar la necesaria incertidumbre y la inevitable improvisación en nuestro talleres. Porque pensamos que aprender a comunicar es más un proceso orgánico que industrial, que tiene que ver con cómo te relaciones contigo mismo y con los demás, con tus miedos a dejarte ver, con tus propósitos, tus valores, con tu historia, con tus intenciones. Por eso lo primero que te proponemos es que no huyas de tus emociones, sino trabajar desde ellas, creemos que esta es la mejor forma de encontrar tu voz.
Y cuando una persona encuentra humildemente su voz, hasta sus silencios tienen sentido.

Nota: Algunas de estas reflexiones surgen a raiz de la lectura del libro: Metáforas de la vida cotidiana. George Lakoff y Mark Johnson. Catedra, 2005

Liderazgo.- Las melodías que dejan huella

Esta charla TED de Benjamin Zander trata sobre la inspiración, sobre el liderazgo, sobre la visión de a dónde queremos llegar. Podría parecer que estas cosas están reservadas sólo para quienes tienen una posición de poder en una organización, para quienes toman decisiones de gran relevancia, para jefes de equipos o responsables de empresas, pero creo que en realidad, todo ello está relacionado con cada uno de nosotros, con nuestras vidas, con nuestros objetivos, independiente de nuestra posición en el grupo al que pertenezcamos (familia, amigos, empresa, club, asociación, etc.).

No producir sonidos, tal y como afirma Zander en la cita que aparece en la entradilla de este post, no significa no ejercer influencia. La influencia de un director sobre su orquesta es evidente: consigue que un buen puñado de músicos toquen sus instrumentos al unísono dando como resultado la interpretación de una partitura; pero si el director además es bueno, entonces la orquesta no sólo interpreta una partitura sino que ésta llega a convertirse en una bella melodía y, quién sabe, en toda una obra de arte.

En este punto, alguien podría preguntarme, ¿y qué pasa con los músicos?, y mi respuesta, sin ánimo de hacer una afirmación categórica y definitiva, sería que unos buenos músicos al mando de un mal director nunca superarán a unos músicos aceptables en manos de un excelente director. (Atención, si los músicos son realmente malos, ¡qué se prepare el director!).

En la labor de dirección de una orquesta (o de cualquier grupo humano) hay una intención de dirigir; más o menos consciente, más o menos premeditada; pero una intención de influir al fin y al cabo. Para mí, ahí está la trampa del liderazgo: pensar que para ejercer influencia hemos de tener una batuta y ponernos al frente de la orquesta. Podemos ejercer influencia sin batuta, sin estar al frente de nadie e incluso con el firme deseo de pasar desapercibidos, pero si hacemos las cosas con convicción, con pasión y con honradez (incluso sin producir ningún sonido) dejaremos huella, y ¿quién sabe? hasta quizá conseguiremos que los ojos de quienes nos rodean brillen.

Liderar es ejercer influencia, sin duda; pero sobre todo liderar es tener una visión, es visualizar el futuro que deseamos para nosotros y/o para quienes nos rodean, es el viaje que hacemos para unir un Si con un Mi dejando de pensar en cada nota separada en el camino y empezar a pensar en la larga línea que va del Si al Mi. Y ese viaje es inspirador, podemos hacer el viaje solos o acompañados, podemos hacer el viaje al frente o de manera más discreta desde el anonimato, podemos pretender movilizar a nuestro entorno o no tener esa pretensión y sin embargo generar ese movimiento.

Da igual si soy el director o el músico; si actúo con esa visión, si me comprometo con la partitura y si me concentro en la interpretación, estaré más cerca de convertir mi vida en un viaje agradable y apasionante, y eso, no pasará desapercibido para los demás.

Amores imperfectos (iii): Confronting confort

No suelo elegir el autobús sobre el coche, ni desactivar el aire acondicionado durante el verano o ponerme jerseys en casa en invierno, sin embargo, soy parte del mismo ’99 por ciento’ que exige una redistribución justa de la riqueza y de los bienes . Esta contradicción puede ser análoga a la que se enfrentan los ecologistas cuando cogen el avión para hacer política en contra de la contaminación causada por las emisiones de dióxido de carbono. La capacidad sin igual de los productos para ajustarse a los deseos individuales parece superar el esfuerzo colectivo necesario para lograr nuestras metas comunes.

Los comportamientos y los objetos están atados entre sí con millones de relaciones complejas. Objetos, como millones de pantallas; comportamientos, como millones de susurros dispersos enviados a receptores situados a gran distancia. Objetos como montañas de tazas preparadas para contener más café, a la espera de ser desechadas después de un solo uso; comportamientos como el acto de tirar vasos para café de papel. Objetos como bolsas de té ecológico del Nepal, comportamientos como la supervivencia de las personas involucradas en la cadena de producción para la fabricación de bolsas de té de Nepal. Comportamientos como dejar una porción de carne en el plato, objetos como la carne sobrante de esa misma vaca que se desecha en una bolsa de plástico negro.

El tamaño de una casa es un objeto al igual que su ubicación hace referencia a un comportamiento social. Las pantallas de ordenador, las bolsas de té, los vasos de plástico o papel , bistecs, casas…- todos los productos llevan dentro esperanzas de redención.

La noción de ‘necesidad’ está construida históricamente: los tiempos pasados no eran sólo tiempos incómodos, tiempos de sufrimiento, a pesar de que los productos eran más escasos de lo que son ahora. Todas las calles medievales no eran barrios pobres, y la gente en ciudades como El Cairo o Bangkok se las arregló para hacer su trabajo en las largas y calientes tardes de verano antes de la invención del aire acondicionado. A un nivel más reciente y personal , antes de la era de los desinfectantes de manos yo no enfermaba con mayor frecuencia. Sin embargo, la intrigante relación entre el esfuerzo y el sufrimiento parece haber bloqueado el mismo sentido común colectivo que nos hace ser consecuentes con la importancia de viajar en autobús en lugar del coche. La libertad individual pone en peligro la libertad de todos. Objetos que satisfacen nuestras necesidades de comodidad se acumulan en vertederos de gran tamaño, barrios marginales, atascos: estamos muy familiarizados con las imágenes de selvas y playas puestas en peligro. Sin embargo, el lujo duradero tiende a convertirse en un derecho, y los artilugios que nos proporcionan comodidad parecen ser inevitables.

El comportamiento es débil, los objetos son confiables. Dentro de este paradigma, la esfera colectiva es como un zoológico desconcertado, como una fiesta insoportable, como cualquier otra adicción.

Publicación original en el BMW Guggenheim Lab Blog.
Fotografía de Agnes Gunawan

Machismo y medios de comunicación

“12 causas para un 2013 menos machista” dedica el mes de julio a machismo y medios de comunicación, por eso, esta mañana, al comprar mi diario, he dado un vistazo a las portadas de la principal prensa nacional, incluida la deportiva. La foto principal, en dos de ellos, es de un grupo de personas, mayoritaria, si no exclusivamente, de hombres. En otros dos, tenemos a los Papas Francisco y Benedicto. En los deportivos, los deportistas; los, no las.

Sabía lo que me iba a encontrar; es un “juego” que practico desde hace años y sí, día tras día, esto es así. Cuando se fotografía a personas, los medios entienden que el hombre representa a la humanidad. La excepción solo confirma la regla. ¿Estoy exagerando? Mira cualquier diario, éste que tienes entre tus manos. Muchísimas más imágenes e información de hombres que de mujeres ¿verdad? ¡Y suerte que hoy no es lunes! Eso sí, para compensarnos, en el interior del que he leído, y a toda página, una guapa joven en bikini nos recomienda reservar ya nuestras vacaciones, y otra, con boca y ojos muy abiertos nos anuncia las rebajas del grande de los grandes. Cada cual en su papel.

¿Eso es reflejo del mundo real? No, señores medios; somos mujeres y hombres. Y si me apuran, unas poquitas más mujeres. ¿Qué ocurre entonces? ¿Es razonable que unos perdedores acaparen las portadas negadas a las campeonas? ¿Qué mecanismos, qué filtros, le llevan a una de las principales cadena de radio a entrevistar a diez hombres como los personajes claves de la autonomía andaluza? ¿Le parecería a usted normal al revés?

Pero los medios de comunicación podrían tener un papel decisivo para lograr la igualdad entre mujeres y hombres. Así, por ejemplo, en la televisión, que es un medio que llega e influye en la mayoría, y que tan machista es con frecuencia, ha habido alguna serie que mostraba modelos de socialización positivos, series que han tratado de una manera muy acertada el mundo laboral, la conciliación, la violencia de género o el acoso sexual.

Con internet, el acceso a la información, a la comunicación y al conocimiento son derechos de la ciudadanía. Las mujeres no podemos estar excluidas. El feminismo tiene esperanzas de que así sea.

El comportamiento de los científicos

Aceptemos que las verdades existen, pero sólo si reconocemos que son subjetivas. Las verdades objetivas son a la vez una especie de quimera, una tiranía y una ficción inventada.
Aceptemos el conocimiento científico como cierto pero sólo si reconocemos que es antes que nada conducta verbal de científicxs, que interactúan con el mundo y diseñan experimentos que ayudan a establecer relaciones, a describir contingencias y a predecir otras nuevas.

El método científico marca unas reglas que delimitan las fronteras del juego, estas reglas no son mandamientos de una religión, sino una potente herramienta que puede ser utilizada con más o menos pericia, entusiasmo o creatividad. El trabajo de lxs científicxs es tremendamente creativo, las reglas del método científico configuran un escenario que se presta a ser abordado de infinitas maneras. Más allá del impacto de una nueva certeza es esa herramienta la que carga de razón cada nuevo descubrimiento. Lxs científicos tienen la razón porque tienen un método, no porque tengan la verdad. Y esta verdad permanecerá como tal hasta que, utilizando el mismo método, sea sustituida por otra nueva.

A lo que íbamos, como se acaba de afirmar, el método científico marca una reglas ineludibles y necesarias, sin embargo la conducta de lxs científicxs en el estudio concreto de un hecho no debe estar gobernada por reglas sino moldeada directamente por las contingencias –más por el yo que actúa que por el yo que recuerda-, lo que significa que han de estar abiertxs a abrazar la infidelidad a si mismxs, a las propias creencias, a los intereses de sus pagadores, a sus hipótesis de partida, a sus descubrimientos previos.

Como quiera que los hallazgos y los conocimientos no pueden desligarse del contexto histórico y cultural en el que aparecen ni del comportamiento del que los elabora, es un error ubicar los resultados de la ciencia fuera de la interacción de los científicos con en el que mundo en el que trabajan y los hechos que estudian.

Y sobre esto Dan Ariely cuenta su historia de manera directa y sincera: ‘Lo más dificil, por supuesto, es reconocer que nosotros también a veces, estamos cegados por nuestros propios incentivos. Y esa es una lección mucho, mucho más dificil a tener en cuenta. Porque no vemos como el conflicto de intereses nos afecta. Cuándo estaba haciendo estos experimentos, en mi cabeza, yo estaba ayudando a la ciencia. Estaba eliminando los datos para llegar a un patrón verdadero. No estaba haciendo nada malo. En mi mente, yo era un caballero tratando de ayudar en el progreso de la ciencia. Pero este no era el caso.Yo estaba interfiriendo en el proceso con las mejores intenciones. Y creo que el desafío real es darnos cuenta cuáles son los casos en nuestras vidas donde el conflicto de intereses nos afecta, y no confiar en nuestra propia intuición para sobreponernos, sino tratar de hacer algo para prevenir que seamos victimas de estas conductas, porque podemos crear circunstancias no deseadas’.

Los conflictos de intereses (económicos, incentivos, temores, prestigio, reconocimiento,…) nos pueden llevar a ignorar unos datos, a sobrevalorar otros, a mirar a otro lado y de esta manera a inventar realidades -especialmente realidades sociales– sesgadas que terminan funcionando como una guía para la acción futura, haciendo así probable que estas realidades se conviertan en profecías autocumplidas. Por tanto en ocasiones se debiera tener cuidado con lo que nos cuentan que cuenta la ciencia para entender la realidad.

Al igual que Newton no estaba por encima de los efectos de la gravedad que el mismo definió, y seguía pegado a la tierra por la misma fuerza que hizo caer su manzana, ningún aprendiz, ningún científico o profesional es ajeno a su entorno y a las consecuencias de su propia mirada, de sus propuestas, sus pasiones, sus trabajos o sus descubrimientos.

Ser conscientes de nuestra imposible neutralidad, reconocer que nuestras decisiones (tanto si somos alumnos como docentes, jefes o subordinados, psicólogos o clientes, aprendices o expertos,…) también están sujetas a los mismos principios que influyen en el comportamiento y decisiones del resto de los mortales para los que trabajamos, saber distinguir entre las causas de nuestras elecciones y las razones que sobre ellas nos damos (para dormir tranquilos, para encontrar(nos) un sentido o para escapar de nosotros mismos y nuestra respons-abilidad) parecen ser parte de la cadena de honestidad necesaria para crear esas verdades-subjetivas útiles y comprometidas, responsables e innovadoras.

¿Machista o feminista?

“Ni una cosa ni la otra” me dirás. Siento contradecirte pero esto no puede ser. Y es que si buscamos los dos términos en el Diccionario de la Real Academia leemos que machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. El feminismo, por su parte, exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.
Como vemos el primero implica privilegios y el segundo no. La sociedad en que vivimos es machista, ello hace que todas las personas, en mayor o menor medida, lo seamos. Ser feminista consiste en darse cuenta de esa injusticia y tratar, cada cual con sus posibilidades, de eliminarla. En la medida en que dejamos de ser machistas somos feministas. Hay que tomar partido y estás en un lado o en el otro.
El feminismo es bueno porque es justo. Otra cosa es que te interese. Cuestiona el orden establecido pero quien tiene privilegios quiere conservarlos. A los hombres les cuesta cederlos y a nosotras también. El hombre tendrá que prescindir de situaciones ventajosas en mayor medida que la mujer, pero ambos cederán.
El machismo se asienta en la violencia contra la mujer, permite mutilar genitales de niñas invocando una tradición cultural. Le gusta que la mujer siga en el ámbito doméstico. Justifica que las mujeres ganen menos por el mismo trabajo. Que el poder esté en manos masculinas. Sólo aporta sufrimiento. Y ve natural que todo esto sea así.
Gracias al feminismo las mujeres conseguimos votar, estudiar, trabajar, decidir. El feminismo puso en la agenda política mundial el problema de la violencia de género. Y acabará con ella. Nos hace rebeldes. Podemos contemplar la maternidad como opción no como obligación. Igual que el matrimonio. No hay ruta predeterminada. Nos libera de un destino de subordinación y discriminación. En definitiva, el feminismo nos ofrece a las mujeres la posibilidad de ser personas.
A los hombres también. Les dice, por ejemplo, que no recae sobre ellos la responsabilidad de sustentar una familia. Porque ser hombre o ser mujer según los cánones establecidos es muy cansado.
Gracias al feminismo, podemos ser cómo queramos. El feminismo es una manera de estar en el mundo. ¡Vamos!