Asociación Proxecto Máscaras

Hablar en primera persona puede ser muy complicado, dominio del lenguaje puede no faltarte pero además se necesita valor para hacerlo y un mínimo de biografía. En realidad esto no es cierto, o al menos la realidad nos muestra lo contrario. Palabras tenemos, valor nos sobra y experiencia a nuestras espaldas… ¿qué importa? Hilar palabras relacionadas con los valores, la misión, la visión de las empresas, el personal branding, el desarrollo personal, etc. esto es lo que ofrecen muchos consultores, coachs, oradores motivacionales,… Es como si una suerte de virus verbal nos hubiera contagiado a todos de grandes palabras y mensajes de responsabilidad social corporativa, sostenibilidad, innovación,…

Parece que bastara con saber nombrar para realmente innovar y actuar de manera congruente con lo que las palabras significan. Esto se observa en grandes y pequeñas empresas, en profesionales y en proyectos de todo tipo, forma y color. Son proyectos que ponen el discurso y las palabras por delante. En ocasiones esto da para “poco más” que unos buenos beneficios, un buen blog con muchos seguidores, algunos titulares por un tiempo y no pocos proyectos contratados y subvencionados por la administración de turno. Al final la innovación y los grandes valores no van mucho más allá de los beneficios económicos y de los límites del discurso con el que se explicó todo. De palabras afuera todo sigue igual.

En ocasiones parece exisitir algo así como una burbuja verbal, se está inflando demasiado el valor de algunas palabras, detrás de las cuales muchas veces no hay más que aire. Sin embargo, no basta con decir e hilar finos discursos, esto es garantía de casi nada. Los repertorios decir/hacer no siempre van en la misma dirección, ni se necesitan el uno al otro. Se puede describir muy bien un proceso, parecer el mayor experto en agricultura ecológica o en educación, y sin embargo no haber plantado ni saber plantar una sola hortaliza en tu vida, ni haber estado nunca ante una clase. Recuerdo a más de un profesor en la facultad de psicología que, a pesar de no haber tratado con caso clínico alguno, impartía asignaturas de diagnóstico diferencial y tratamiento psicológico y tenía escritos algunos libros y artículos sobre la materia. Pero también se observa el caso contrario, hay personas capaces de cultivar las mejores coles o de enseñar y despertar la pasión por el aprendizaje y ninguno de ellos sería capaz de escribir un post sobre desarrollo sostenible o un artículo sobre métodos didácticos.

Y en ese punto estamos, a veces tengo la sensación de que lo blogs son trincheras desde donde lanzamos palabras elocuentes y discursos impecables y a la vez donde escondemos nuestras carencias, donde protegernos del cuerpo a cuerpo, del trabajo sucio de campo, del inevitable error del que juega a hacer y aprender no sólo de las palabras, también de las consecuencias de cada acción a la que se lanza.

No se trata de restar valor al trabajo, los artículos, los proyectos de buenos consultores “de sofá y mesa camilla”, con los que disfruto y aprendo en muchas ocasiones a través de sus lecturas. Se trata de reivindicar la necesidad y el valor del hacer, de la importancia de forjarte una buena biografía para poder hablar de verdad en primera persona, de la importancia de trabajar y vivir en gerundio, de exponerse y dejar que ocurran cosas, de girar nuestra atención hacia las prácticas cotidianas de profesionales y asociaciones que no tienen tiempo nada más que para seguir buscando soluciones, salidas; de aprender de personas que, aún sin saberlo, no dejan de estar innovando, diseñando y creando nuevos caminos.

Quería llegar hasta aquí para desembarcar en el Proxecto Máscaras. No es fácil de definir. Es un buen ejemplo de cómo hablar en primera persona con un buen dominio de la palabra, con mucha biografía a las espaldas y muchas cosas por contar. Pero Máscaras es ante todo cine, a partir de aquí el proxecto es mucho más: se trata de un grupo de personas haciendo cine de verdad, aprendiendo, abriendo caminos, reflexionando sobre su trabajo, innovando, escribiendo sobre su experiencia, siendo actores de la vida pública, interpretando el mundo, definiendo sus valores desde lo que les importa, desde lo que les afecta y siempre en términos de acciones, de verbos como única estrategia posible para cambiar el (su) mundo.

El Proxecto Máscaras es un punto en el que el buen cine, la consultoría, el aprendizaje, el compromiso, la inclusión y la innovación social se integran y lo hacen de la única manera posible: sin hablar demasiado de ello en esos términos, trabajando mucho, de una manera orgánica, generando las condiciones para que sucedan cosas, analizándolas, escribiendo sobre ellas, y revisando continuamente para no dejar de aprender.

El Proxecto Máscaras es ahora además una asociación, y esa asociación es un laboratorio social donde se está trabajando con nuevas maneras que permitan, entre otras cosas, crear una escuela de actores y actrices y difundir su trabajo, analizar y estandarizar lo andado y lo aprendido en métodos, unidades didácticas y herramientas de trabajo para la integración social por la naturalidad.

La asociación es un proyecto de participación social abierta a todas las personas que pretende impulsar nuevos proyectos. La primera campaña que se ha lanzado desde la asociación es “invita al cine” El objetivo de esta campaña es que más personas vean la película Máscaras. Quienes la han visto la recomiendan y así empezó a surgir la idea de preparar un pack especial de tres entradas para regalar. La campaña es muy simple: consiste en el envío de invitaciones a título personal, para ver Máscaras.

Desde Ideas Poderosas hemos retirado ya nuestras tres invitaciones que pensamos regalar a amigos, algún(a) participante de nuestros talleres o a cualquiera de nuestros seguidores en nuestras redes.

La Asociación Proxecto Máscaras es un Idea construida en gerundio, humilde y sutil, pero muy Poderosa. Os deseamos que la disfrutéis mucho.

Autoconocimiento, ¿el paraíso perdido?

“No hay objetivo más “fácil” que aquel que depende de uno mismo así que en este mundo de interdependencias el más asequible es la propia actitud.” Con esta frase comenzaba Isabel su nuevo post. Mi primer impulso tras leerlo fue asentir y estar de acuerdo con ella, me gustó la manera en que estaba escrito y quedé encantado y más dispuesto aún a seguir leyendo. Pasados unos días volvía a leer el post y los estupendos comentarios de Manel, Goio Borge y Ernesto y las respuestas que a éstos daba Isabel, entonces la lectura primera se fue llenando de matices…

Sin dejar de reconocer, como se deja ver en algunos comentarios, que la capacidad de contactar con uno mismo sea un elemento clave para el manejo del estrés o de otros problemas del catálogo o incluso para el buen hacer profesional de consultores, educadores, políticos,… también creo que, como los calcetines, podemos proteger nuestros pasos si les damos la vuelta y utilizamos el otro lado. Es decir muchos problemas relacionados con el estrés, el estado de ánimo, el sentir(se) atascado a nivel personal o en cualquier proyecto profesional puede venir por una falta de enfoque, por estar demasiado pegados a nosotros mismos, fusionados a nuestros pensamientos y emociones, por una jodida hiperreflexividad, por un exceso de autoconciencia.

En este sentido y en esos momentos de confusión, de estrés, frustración, de proyectos que no salen,… no siempre es conveniente aislarnos para contactar con uno mismo como solución. El paraíso perdido no habremos de encontrarlo justamente en nuestro interior y la solución a nuestros males no siempre pasa por mayores niveles de autorreflexión y autodescubrimiento.
La capacidad de tomarse el ser humano a sí mismo como un objeto y la buena fama y divulgación de la que gozan las explicaciones simplistas del comportamiento humano con las que tan frecuentemente se atreven periodistas, alquimistas, neurocharlatanes, la psicología positiva o punsetianos de pro, ayuda y alimenta esa quimera del yo como paraíso interior, como objeto en sí mismo aislado del ruido exterior, piedra de toque y barita mágica en la que se han de encontrar las soluciones.

No es nuevo por otra parte el enfoque que subyace a esta manera de ver y por tanto de vivir las cosas, se trata de la vieja dualidad dentro/fuera, que separa lo noble de lo mundano, el platónico mundo sensible / mundo de las ideas, el yo de la sociedad. Creo sin embargo que es más acertado un enfoque contextualista para observar(se) y desde el que trabajar con nuestras empresas, nuestros pacientes, nuestros proyectos o con nosotros mismos.
Desde este enfoque contextual el organismo, la conducta, la conciencia y la cultura están entrelazados en un campo de interacciones mutuas en el que quedan difuminados los límites claros del yo con el resto del mundo; lo que en cierta manera nos dejaría sin muchas de nuestras excusas ante nuestra manera de comportarnos, de ser o de sentir(nos) y nos devuelve el (insoportable a veces) poder de nuestra propia responsabilidad ante lo que somos, lo que hacemos y lo que sentimos. Y dejar así de confundir causas con razones y de tirar balones fuera.

Para poder trabajar desde este modelo tenemos que abrazar una necesaria (auto)infidelidad, tomar distancia de nosotros mismos para poder encontrarle sentido a las cosas (incluso a nuestras cosas), para poder leer(nos), analizar(nos), querer(nos) bien. El excesivo apego, la fusión excesiva con nuestros propios recuerdos, pensamientos, emociones, fe, principios,… en definitiva esa hiperreflexividad o exceso de autoconciencia no nos permite contemplar(nos) de manera que veamos con mayor claridad.
Sólo en este cuadro completo tendrá sentido nuestro retiro, lo que somos o lo que queremos. Si me permitís el símil, es como tratar de ver un cuadro puntillista, cuanto más cerca del lienzo te encuentres más perdido y confuso estarás, es imprescindible dar un paso atrás y tomar distancia primero si queremos después entender y admirar la obra que tenemos delante

Necesitamos el contexto, el contacto real con las contigencias directas, exponernos a la realidad, escuchar, pensar con las manos y con las emociones (aunque a veces éstas sean incómodas). Tenemos que hacer, trabajar mucho, una y otra vez y volver a intentarlo. Y de vez en cuando dar un paso atrás, pero no sólo para alejarnos de ese “paquete de contacto” que tenemos con el mundo, sino también de nosotros mismos.

Así es más fácil encontrarse, cuando después de haber(se) trabajado mucho uno se despista y se abandona de sí para ocuparse de lleno de lo imnediato y pasa del modo verbal al modo artesano, a ser más sensorial, más intuitivo, más manual. Así surgen los momentos eureka, el principio de Arquímedes, la penicilina, la ley de la gravedad, la pieza del puzzle que no encontrabas, la idea que te faltaba para solucionar un problema o para desatascar un proyecto al que llevabas semanas dando vueltas.

Y en eso estamos.

 


 

Notas:
1. Enpalabras no es un blog, es una partitura donde Isabel compone buena música. Yo disfruto de sus composiciones de dos maneras: me gusta oírlas sin atender mucho a su significado; el ritmo, las palabras elegidas y su manera de construir las frases hacen que tengan muchas de sus entradas una sonoridad cercana a la poesía. Ya después me gusta entrar de lleno a escuchar sus letras, a pensarlas, a conectar ideas, a disfrutar y darle vueltas a su contenido, que no pocas veces me ofrece otras perspectivas y muchas preguntas.

2. Las raices de la psicopatología moderna (Ed. Pirámide, 2012) es un libro interesante del profesor Marino Pérez Álvarez sobre los efectos que la hiperreflexividad o los excesos de autoconciencia tienen en los estados psicológicos personales. También se pueden encontrar interesantes comentarios sobre el tema en esta entrevista con su autor.

3. La imagen que encabeza este post es el cuadro ‘Un dimanche après-midi à l’Île de la Grande Jatte’, una obra del maestro del puntillismo Georges Pierre Seurat